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Cuestionario: Tomás Linch


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Tomás Linch, coordinador del Nodo Cómo ser periodista freelance y no morir en el intento en Espacio Enjambre, responde a nuestras seis preguntas para escritores.

-¿Cómo describirías tu propia historia con la lengua? ¿Cómo fue y es tu relación con contar, callar y escuchar?

TL: La lengua siempre estuvo allí, en la voz de mis padres, de mi abuela, en los libros, en la radio, en la televisión. Un día la hice propia, más por necesidad que por decisión: siempre necesité escribir para incorporar conocimientos y recodar cosas. Escribí miles de páginas cuando fui a la facultad y todavía hoy cargo 4 libretas y una agenda en mi bolso de todos los días. Escribo para recordar que tengo algo para hacer o decir.

-¿En qué se parecen, si se parecen, tu forma de hablar, tu forma de pensar y tu forma de escribir?

TL: No podría señalar una diferencia sustancial. No, por lo menos, entre hablar y pensar. Como soy muy ansioso no pienso demasiado lo que digo, y digo demasiado lo que pienso. Esa es la ventaja de la escritura, o mejor, de la reescritura: hay tiempo para revisar y encontrar errores, aunque por lo general dejo entre un 70% y un 80% de la primera versión.

-¿Qué significan para vos, a la hora de escribir, la música, el oficio, los rituales?

TL:Nada. Trabajo más horas de las que quiero, escribo todo el tiempo, para un trabajo y para el otro. Escribo mis clases, escribo mails, mensajes de texto y hasta escribo cuando leo en los bordes del libro. Escribo mucho a mano parado en algún lado o mientras almuerzo. También escribo mucho en mi cabeza, sobre todo principios de textos o ideas. Cuando manejo pienso mucho en la escritura y cómo desarrollar y argumentar ideas y describir escenas. Como tengo mucho trabajo pendiente, mi cabeza escribe sola.

-¿Qué dirías que es "el afuera de la escritura"?

TL: Cualquier actividad que en algún momento de su práctica borre la conciencia como tal, la lectura, el deporte, el sexo o la meditación –por nombrar sólo cuatro de muchas–, son el afuera de la escritura. El monólogo interno es pura escritura, apagarlo es estar afuera.

-¿Cómo leés, cómo escuchás un texto?

TL: Leo como puedo y cuando puedo, pero hay pocas cosas que disfruto más en el mundo que perderme en una buena historia. Me sucede que a medida que voy leyendo, mi cerebro empieza a encontrar la voz del narrador. Cuando hablo de voz, hablo de un sonido, una entonación, un personaje que cuenta la historia. A veces tiene que ver con la forma en que está construido el relato. Otras, porque conozco la biografía del autor y lo imagino. Pero es algo descontrolado y librado al azar que aparece en un momento y no me abandona hasta que termina. No me pasa nunca con textos teóricos ni con poesía.

-¿Qué artistas, no escritores, te alucinan?

TL: Más que alucinación, me gusta confesar envidia por algunos artistas. Me hubiese gustado hacer fotos de Alex Webb o Henri Cartier-Bresson, dibujar como Gary Baseman, tocar la guitarra como Joe Pass, el bajo como Jaco Pastorius, componer como Johan Sebastian Bach o Annie Clarck, cocinar como Michel Bras o Heston Blumenthal, filmar como Andréi Zviáguintsev o Mariano Llinás.

*Tomás Linch nació en Buenos Aires en 1977. Estudió música, Historia en la U.B.A., se graduó como fotoperiodista en A.R.G.R.A. e hizo talleres con Josefina Licitra, Leila Guerriero y Daniel Riera. Dirigió su primera publicación a los 14 años –la revista del Centro de Estudiantes– y a los 16 colaboró con un diario barrial. Entró al periodismo profesional como freelance de la mano de la fotografía y unos meses después escribía las notas. Hoy se gana la vida como editor de elgourmet Revista. Además escribe sobre cocina, alimentación y temas que le interesan en distintos medios como Brando, Rumbos, Página/12, Perfil, La Nación, El Federal y diversas publicaciones del extranjero.

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