Fragmentos de cómo se va a componer el mundo II
Hablarás claro y alto toda tu vida
Comienzo del film "El espejo" de Andrei Tarkovsky:
Traducción de los subtítulos:
-¿Cuál es tu nombre?
-Mi nombre es Yuri Zhary.
-¿De dónde sos?
-Soy de Kharkov.
-¿A qué escuela fuiste?
-Fui a una escuela comercial.
-Yuri, comenzaremos ahora. Mirame de cerca. Mirá directo a mis ojos.
Concentrate en mi mano, que te tira hacia atrás.
Concentrate, Yuri. Tu atención está en tus manos. Se están poniendo tensas. Estás concentrando tu voluntad en tu gran deseo de éxito, en tus manos. Tus manos se están poniendo muy tensas. Mirá tus dedos, se están tensando. La tensión de tu cabeza va a fluir hacia tus dedos. Cuando diga tres, tus manos estarán rígidas. Uno, dos, tres: tus manos están rígidas. No podés mover tus manos. Tratás de moverlas y no podés. Te libero la tensión ahora, y hablarás claro y sin esfuerzo. Vas a hablar alto y claro toda tu vida. Te libero la tensión de tus manos y tu discurso. Uno, dos, tres. Decí: "Yo puedo hablar".
-Yo puedo hablar.
Hay familas que practican un comunismo del habla
"Yo nací en una familia en donde estaba asumido el derecho a que cualquiera completara la oración del otro.
Como la mayoría en la familia, yo tenía un deseo muy fuerte de hablar; pero ese deseo se frustraba todo el tiempo: mis oraciones, al ser cortadas, se modificaban radicalmente -eran transformadas, nunca parafraseadas.
La dulzura de las paradojas es que su conclusión no puede anticiparse: esto debería asegurar la atención de la audiencia. Pero en mi familia no existía esa posibilidad, porque toda discusión era llevada por esa única voz cooperativa.
Desde el principio, yo tuve un sentimiento bien intenso de que no había ningún sentido en el discurso si no se articulaba de manera precisa con la percepción. Para mi madre, el discruso era la forma socialmente aceptada del murmullo: su función era llenar la habitación con el incesante, consolador sonido humano. Y para mi padre, era una actuación, o como vestirse con un disfraz. Mi respuesta era el silencio. Un silencio de seda, porque nunca dejé de querer una atención especial para mí.
Yo estaba empeñada en conseguir una distinción personal, que en mi mente estaba ligada a la creación de oraciones completas."
Louise Glück, Proofs and theories
(Traducción de Victoria Schcolnik)
La imitación y su secreto
Poema "Loro" del libro "El Amanecido", escrito y leído por Leopoldo Teuco Castilla
Personas que hablan cuando no pueden verse
Guión de la escena de la película "Paris, Texas" de Win Wenders:
(Cabina de un peepshow. Travis y Jane. Una mampara les separa. Él la ve a ella, pero ella a él no.)
Jane - Hola.
Travis - Hola.
(...)
T - ¿Puedo contarte una cosa?
J - Claro, lo que quieras.
T - Es un poco largo.
J - Tengo tiempo de sobra.
(Travis gira su silla para no verla)
T - Conocí a unas personas.
J - ¿Qué personas?
T - Una pareja. Estaban muy enamorados. La chica era muy guapa, unos 17 o 18 años. Él era bastante mayor, un poco salvaje y rebelde. Ella era muy guapa, ¿sabes?
J - Si.
T - Y juntos convirtían todo en una aventura. A ella le gustaba, incluso ir al supermercado era en una aventura. Siempre reían por tonterías. A él le encantaba hacerla reír, y no se preocupaban por lo demás, porque lo único que querían era estar juntos. Siempre estaban juntos.
J - Parece que eran muy felices.
T - Si, lo eran. Eran muy felices, y él la quería más de lo que creía posible. No soportaba estar lejos de ella durante todo el día cuando iba a trabajar. Dejaba los trabajos por estar con ella en casa, y buscaba otro trabajo cuando se terminaba el dinero, y lo volvía a dejar. Al poco tiempo, ella empezó a preocuparse.
J - ¿Por qué?
T - Por el dinero, supongo. Por no tener suficiente, por no saber cuándo llegaría el próximo ingreso.
J - Ah, conozco esa sensación.
T - Él empezó a destrozarse por dentro.
J - ¿Qué quieres decir?
T - Pues tenía que trabajar para mantenerla, pero no soportaba estar separado de ella.
J - Comprendo.
T - Cuanto más tiempo estaba lejos de ella, más loco se volvía. Pero después empeoró, se volvió loco de verdad. Empezó a imaginar cosas extrañas.
J - ¿Cómo qué?
T - Pensó que veía a otros hombres cuando él no estaba. Cuando volvía a casa, la acusaba de pasar el día con otro. Gritaba y rompía cosas en la caravana.
J - ¿La caravana?
T - Si, vivían en una caravana.
J - Perdona, ¿estuviste aquí el otro día? No quiero ser pesada...
T - No.
J - Por un momento, creí reconocer tu voz.
T - No, no era yo.
J - Sigue por favor.
T - Después, empezó a beber, y a llegar tarde para ponerla a prueba.
J - ¿Qué quiere decir ponerla a prueba?
T - Ver si se ponía celosa.
J - ¡Jaja!
T - Él quería que se pusiera celosa y no lo conseguía. Se preocupaba por él y eso le desesperaba.
J - ¿Por qué?
T - Porque pensaba que si ella nunca se ponía celosa era porque realmente no le importaba. Entonces, una noche le dijo que estaba embarazada. Estaba de 3 o 4 meses y él ni siquiera lo sabía. Todo cambió de repente, dejó de beber y consiguió un trabajo fijo. Estaba convencido de que sí lo amaba, porque llevaba un hijo suyo. Él pensaba dedicarse a formar un hogar para ella. Pero empezó a ocurrir algo raro.
J - ¿Qué pasó?
T - Ni siquiera lo notó al principio, pero ella empezó a cambiar. Cuando nació el niño, se irritaba con todo lo que la rodeaba, se enfadaba por todo. Incluso el niño le parecía una injusticia. Él seguía intentando que todo fuera bien para ella; le compraba cosas, la sacaba a cenar una vez por semana, pero nada parecía satisfacerla. Durante 2 años, luchó por volver a estar unidos como al principio. Pero, al fin, supo que eso no resultaría. Así que volvió a la bebida, pero esta vez en serio. Cuando llegaba tarde a casa ella ya no estaba ni preocupada ni celosa, sólo enfurecida. Le acusaba de tenerla atada por haberle hecho un hijo. Le dijo que soñaba con escaparse.
Sólo soñaba con una cosa: escapar. Ella se veía a sí misma corriendo por la noche desnuda por una carretera atravesando campos y cauces de ríos, siempre corriendo. Y justo cuando estaba a punto de conseguirlo, él siempre aparecía y la atrapaba. Aparecía justo para atraparla.
Y cuando le contó esos sueños, él los creyó.
Sabía que tenía que atraparla o lo dejaría para siempre. Así que ató una campanilla a su tobillo para poder oírla por la noche si se levantaba de la cama. Pero ella aprendió a silenciarla con un calcetín. Poco a poco consiguió escurrirse de la cama y salir al exterior. Una noche la descubrió cuando se cayó el calcetín, y la oyó intentar correr hacia la carretera. La cogió y la arrastró a la caravana, la ató a la cocina con su cinturón, la dejó allí y volvió a la cama. Se tumbó aunque la escuchaba gritar. Incluso, oyó a su hijo llorar, y se sorprendió de que no sentía nada. Todo lo que quería era dormir.
Y por primera vez, deseó estar lejos de allí.
Deseó estar perdido en un vasto país donde nadie lo conociera, algún sitio sin gente, ni calles. Soñó con ese sitio sin conocer su nombre, y cuando despertó, estaba ardiendo. Había llamas azules quemando sus sábanas. Corrió a través de las llamas hacia las únicas personas que amaba.
Pero se habían ido.
Sus brazos estaban ardiendo, se lanzó fuera y rodó sobre el suelo mojado. Luego corrió. Nunca miró atrás hacia el fuego. Sólo corrió. Corrió hasta que el sol salió, y no pudo correr más. Cuando el sol se ocultó, corrió otra vez. Durante cinco días corrió así, hasta que todo signo humano desapareció.
J - Travis...
(Travis gira de nuevo su silla, esta vez para ponerse cara a cara con ella. Él la ve, pero ella sigue sin verle)
T - Si apagas la luz ahí dentro, ¿podrás verme?
J - No lo sé, nunca lo he probado.
(ella apaga, se ven ambos)
T - ¿Puedes verme?
J - Si.
T - ¿Me reconoces?
J - Oh, Travis.
T - He traído a Hunter conmigo. ¿Quieres verlo?
J - Si... (ella está muy emocionada) Deseaba tanto verlo que incluso no me atrevía a imaginármelo. Anne siguió mandándome fotos suyas, hasta que le pedí que no lo hiciera. No podía soportar el dolor de verlo crecer, y extrañarlo tanto.
T - ¿Por qué no se quedó contigo, Jane?
J - No podía, Travis. No tenía lo que él necesitaba. No quería utilizarlo para llenar mi vacío.
T - Te necesita, Jane. Y además, quiere verte.
J - ¿De verdad?
T - Si, te está esperando.
J - ¿Dónde?
T - En la ciudad, en un hotel. El Meridian. Habitación 1520. Mil quinientos veinte. (Travis va a colgar y marcharse)
J - No te irás, ¿verdad? (Jane golpea la ventana desesperada)
T - No puedo quedarme, Jane.
J - No te vayas. No te vayas... (Jane es la que se gira ahora, dando la espalda a Travis) Después de que te fuiste solía darte unos discursos muy largos. Solía hablarte a toda hora, aunque estuviera sola. Durante unos meses estuve hablándote. Ahora no sé qué decir. Era muy fácil cuando sólo te imaginaba, incluso imaginaba que me contestabas. Teníamos largas conversaciones. Los dos. Era casi como si estuvieras allí.
Podía oírte, verte, olerte. Podía oír tu voz.
A veces, tu voz me despertaba. Me despertaba en medio de la noche como si estuvieras en la habitación conmigo. Después, eso se desvaneció. Ya no pude imaginarte nunca más. Intenté hablar contigo en alto como solía hacerlo, pero no había nada.
No podía oírte.
Entonces, me di por vencida, todo se paró. Tú... desapareciste. Ahora trabajo aquí... Y oigo tu voz todo el tiempo. Todos los hombres tienen tu voz.
T - Le diré a Hunter que irás a verlo.
J - Travis...
T - ¿Si?
J - Estaré allí.
T - Bien...
J - Hotel Meridian.
T - Si. Habitación 1520. (Travis cuelga y se va. Jane llora)
Abajo dejamos un fragmento de la escena.
Los síntomas del lenguaje
"Palabras", cortometraje animado de Michaela Pavlátová:
El lenguaje de los síntomas
Fragmento de la obra "Café Muller" de Pina Bausch: