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Impresiones: La conversación cantada

Apuntes sobre el ciclo que se lleva a cabo mensualmente en Espacio Enjambre, un encuentro en donde se invita a cantores y cantoras a reflexionar sobre la voz, desde la experiencia como intérpretes y/o compositores. Nadia Larcher es la joven cantante que charla con los invitados.

Vivir, dar vueltas en compañía

La Conversación Cantada nace como un espacio de diálogo sobre la voz. No hay formato, ni esquemas, sólo la intención de concretar los encuentros y dejarse atravesar por el discurrir de las conversaciones.

El diálogo nace de las preguntas e intereses de los presentes, de los gestos y las emociones, y no tiene repetición.

Se conversa sobre lo que los interlocutores proponen y se avanza sobre los temas hasta donde las bifurcaciones de los aportes lo permiten… como vivir y dar vueltas en compañía.

El sentido de la conversación

No dudo en entenderme con el otro a través de la palabra, del conversar, del ir y venir, desde el tejer de la red caótica que nos propone la palabra sin regla.

Los diálogos convocan a que los cantores invitados entablen una discusión con su propia experiencia. La conversación nos encuentra, y en el encuentro nos encontramos o nos perdemos, algo sucede con nosotros.

Las conversaciones suelen ser distintas cada vez. Y todo participa. Porque no sólo sucede entre quienes se convierten en los interlocutores y son el eje del diálogo, sino también, les ocurre a quienes escuchan y crean micro-diálogos personales en simultaneidad. Todo teje un discurso, más o menos accesible, todo se escucha y entonces conversamos.

Al conversar, escucho al otro pensar. Lo escucho nombrarse. Se inventa, discurre y se confunde en sus ideas, recuerda, manifiesta, pregunta, teme y vuelve sobre sus palabras.

La conversación permite que la palabra viva y, así, vivir a través de las palabras.

La conversación cantada como artificio

La conversación cantada es un artificio. Un espacio inventando para proponernos el desafío de hablar sobre la voz. Robar de la cotidianeidad la belleza de la espontaneidad del decir y decir. Pero es un desafío y un problema. ¿Cómo conversar en un espacio en el que se espera que todos conversen? ¿Es posible?

Nuestro artificio toma de las formas de conversación de nuestra cotidianeidad el caos, la digresión, el gesto, los trazos de temas, las sugerencias y el relato. No podemos conversar como lo haríamos en los breves ritos de la palabra que nos sucede, pero sí podemos tomar de ese hacer las formas y proponerlas para crear una nueva manera de conversación. Conversar, entonces, sobre lo que nos preocupa, nos importa, nos interesa, nos moviliza.

Hablar sobre la voz

La voz, o las ideas acerca de la voz, han mutado a lo largo de las conversaciones desde diversas vertientes de entendimiento. Desde la intimidad más profunda o la búsqueda incipiente de la identidad, cada lugar y espacio de indagación nos permite reconfigurar el mapa de sentidos que se teje a través de la certeza de sus pertenencias y vinculaciones con el mundo y sus posibilidades expresivas.

La conversación cantada devino, así, un espacio en el que no sólo es posible el diálogo sino cierta interacción de inquietudes más complejas. El intercambio, la herencia de la duda, el legado de la pregunta fue capital. Para comenzar a asir la duda, aunque no sea mía, aunque la haya tomado prestada. Para pensarnos hay que tener a mano la duda.

La voz, el metalenguaje

Hablar de la voz es construir, además, subtextos que prescinden de la palabra. Porque al conversar trazamos otras formas que también se comunican. Emociones, movimientos, breves matices de la conversación. Al hablar de la voz creamos un metalenguaje que dice. Porque la voz cuenta sobre la voz y nombra sin nombrar.

De esta manera, el diálogo exige la atención en dos momentos, la instancia de la palabra y el mensaje y la de la trama de resonancias que se escuchan mientras se habla, las emociones, la certeza del gesto expresivo de esas voces y de los cuerpos que las trasmiten.

La voz de cada uno. La memoria de la voz

A lo largo de las conversaciones fuimos acercándonos a algunas ideas. La voz necesita ser una voz particular para existir y transmitir. Cada voz tiene matices, colores. Cada voz puede resonancias y sonoridades que otras pueden de otra manera y ese fue el puntapié inicial: encontrarnos con esas voces propias y sus configuraciones en la memoria.

Las voces que conversaban no sólo decían, también permeaban ideas que venían de intimidades profundas, de esa relación íntima de ellos con sus voces.

Algunos puntos de partida de los cantores invitados tuvieron que ver con las voces que escuchaban en sus infancias, voces que cantaban o voces que callaban, voces que estaban muy activas en sus hogares o voces que encontraban afuera de ellos. La memoria configuraba la posibilidad de acercarse a esos sonidos. Las voces suenan a memoria.

La memoria, entonces, puede narrar a través de esas sonoridades. La memoria del sonido y el sonido que reconstruye la memoria de las voces y las tramas complejas de significancias que cada uno de nosotros pensaba al hablar.

Así, la voz va constituyendo una memoria viva de vidas en constante tránsito, en permanente experiencia. Así la voz es la reconstrucción de otros sonidos-voces que transitan nuestra propia vida y la pueblan de matices.

El tejido se hace cada vez más intrincado y colorido, y la voz sigue aportándonos matices. No podemos más que fragmentos. La conversación continúa, es una sola y se hace audible sólo por momentos. La hemos iniciado allá lejos y hace tiempo.

Nadia Larcher nació en 1986 en Andalgalá, Catamarca, y vive en Buenos Aires. Solista o en dúo junto al guitarrista y compositor Nacho Vidal en Será Arrebol, la intérprete desenreda la trama del canto desde autores latinoamericanos y argentinos. Es protagonista además del documental El país de la Vidala, que emitió Canal Encuentro, en el que recorre el país buscando las diversas manifestaciones del género. Ha cantado junto a Liliana Herrera, Juan Quintero, Carlos "Negro" Aguirre, entre otros.

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