La palabra palpada (en un universo impalpable)
Sin especies, sin sexo, sin raza, ni atributo alguno en particular, seres sin significado vivieron en el tiempo y el espacio absoluto. No hay padres, no hay hijos, simplemente lazos de hermanos indistinguibles unos de los otros, inseparables. Todo es cálido y húmedo, todos promiscuos. No hay generaciones. No hay futuro, no hay pasado. Pulsos, redes interminables de sabores, de mezclas, interactúan, se tocan, se filtran, se funden. Sin necesidades, sin rumbo, sin preocupaciones, sin cuidado, sin pensamientos y sin control. Pliegues se despliegan, multiplican, complicando y replicando. Todas las dimensiones en uno. En quechua t'uqyay significa explosión. Un acto de estallar por una fuerza interior. Surge el primer gesto, el primer acto cultural: la humanidad extiende la mano hacia su entorno. Este acto es abstracción. En quechua t'uqyay significa pronunciar. Articular sonidos para hablar. Se ha tardado millones de años en formar la imagen del objeto que se va a pronunciar.
Pronunciar
Pronunciar para detener el asedio de la naturaleza, se da nombre a lo peligroso, lo comestible y lo mágico. Para que la humanidad aprendiera a escribir primero tuvo que buscar verbos esenciales: ser, hablar y tejer, siempre en infinitivo, en eterno devenir.
Para pronunciar las imágenes del mundo, simultáneas y desincronizadas, era necesario organizar el mundo “traduciéndolo” en una forma de pensamiento, saltar de un universo a otro. Al mismo tiempo las manos examinaban materiales y adquirían destreza para las torsiones y tensiones. Hilar los pensamientos, disponerlos en forma cíclica en un sistema altamente ordenado, como el telar, y de forma cíclica también, enlazarlos con la trama. Siguiendo una secuencia de comandos. Constantes. Diferencia y repetición. Fusionando cuerpo y mente atando el telar a la cintura, a la altura del vientre, para regular con el propio cuerpo la tensión necesaria para el tejido, y así incorporar un sistema de ritmo complejo, flexible y fluido, que incluía ciclos estelares, que se repetía como los mitos una y otra vez, donde la magia era un modo de percepción coherente.
Palpar
Para palpar tuvimos que aprender a abstraer la profundidad del mundo. Los ojos sólo ven las superficies de los objetos. Las imágenes, pintadas con primitivos pigmentos, no eran asibles, sino que sólo se podían palpar, tocar con la punta de los dedos, esta era la forma de aferrarse al mundo, había que recordar para contrarrestar el asedio implacable de la naturaleza. Tacto de roca fría, en cavernas oscuras donde se refugiaban la magia y el fuego.
Simultáneamente, con luz de día, instrumentos de madera, piedra y hueso, fibras de diversas texturas y variaciones cromáticas sirvieron para ejercitar razonamientos matemáticos, determinar códigos, y ordenar el mundo con precisión. Todo esto ensamblado en estructuras textiles complejas para constituir imágenes que también se podían palpar. Imágenes de texturas mas suaves, maleables que, además, podían ser liberadas de su estructura fija, que se podían arrancar.
Arrancar
Arrancar las imágenes sintetizadas en la estructura del telar que fueron objeto de intercambio, transmisoras de información multidimensional, emisarias de razonamientos y procesos. Siendo sus dispositivos el telar y el cuerpo. En ese entonces tejer y escribir eran una sola práctica cuyo verbo fue nombrado en latín texere y en quechua Tocapu quellqa. Las acciones nombradas por los verbos tejer y escribir se inician respectivamente en el gesto manual y en la palabra pronunciada, son ambas primariamente táctiles y sensoriales, se desprenden del cuerpo que las concibe, de la estructura que las crea, son palpables y maleables, es decir del territorio del cuerpo.
Con los dedos también se tuvo que aprender a arrancar las representaciones de su superficie para colocarlas en fila y contar y relatar con ellas.
Deshilachar
Deshilachar las formas representadas para ponerlas en filas y relatar con ellas. Abstraer la amplitud de estas imágenes para colocarlas en una cadena de líneas lógicas, de conceptos enhebrados y significados continuos: los textos. Figuras abstractas que al ser deshilachadas perdieron amplitud, se convirtieron en caracteres dispuestos en líneas de conceptos fijos, con secuencias lógicas y lineales. Con esas líneas fue escrita la historia y trazada la arquitectura.
Un mundo conceptual compuesto de textos, mediaría entre nosotros y el mundo imaginario. Este mundo textual-lineal abstrae la amplitud de la superficie de la imagen y transforma las escenas de la imagen en procesos. Se concibe lo que se imagina a través de los textos. Ya no más forma mágica sino de forma lógica. Ya no más cíclica, sino de izquierda a derecha, como una flecha disparada hacia delante. Los textos imponen su estructura entre el hombre y el mundo. La escritura, ese gesto iconoclasta y gesto de conciencia histórica, la misma que concibe acontecimientos, y relata imágenes para descomponerlas.
Descomponer
Ahora desconfiamos de los textos, comenzamos a prescindir de las estructuras textuales, a abstraer de ellos la longitud. El mundo concebido por los textos comenzó a descomponerse. La longitud comenzó a ser abstraída de la línea, y quedan puntos de dimensión cero. Puntos que son inconcebibles para el ojo humano, ya que para verlos son necesarios aparatos, dispositivos, computadoras. Conocemos el mundo a través de imágenes impalpables de dimensión cero, creadas por un antitexto o lenguaje de programación. Se deshacen lo hilos que ordenan los conceptos en líneas de texto, y los conceptos empiezan a dispersarse.
Imágenes técnicas compuestas de puntos, a modo de mosaico. Líneas en longitud, y lo que queda son elementos con forma de puntos de cero dimensiones. Estos elementos son inasibles (no pueden tomarse con las manos), imperceptibles (no pueden verse con los ojos) e inconcebibles (no pueden palparse con los dedos). En cambio, sí son calculables (de calculus = piedrecilla). Así descompuestos. Flujos de datos viajan en circuitos invisibles de información actualizada cada segundo. Redes y flujos de datos incesante. En un universo impalpable con el eterno riesgo de quedar obsoleto.
Técnica tapiz Kelim
Fibra de alpaca.
©Sandra De Berduccy, 2015
El código QR (Quick Response) es un recurso cada día más común. Utilizado para almacenar en un par de segundos diferentes tipos de información en una matriz basada en el cuadrado. De la misma forma, basándome en el cuadrado, encontré un paralelo entre este código y la técnica textil precolombina llamada kelim, utilizada cientos de años atrás por la cultura Huari-Tiawanaku. En este trabajo se teje el material original, lana de alpaca, con la mencionada técnica ancestral y se puede transmitir y decodificar en Smartphone, Tablet, computador, etc.
Sandra De Berduccy aborda el textil como tecnología y explora la relación entre los procesos de los textiles tradicionales andinos y diversos lenguajes como performances, fotografía, objetos, video arte, live cinema e instalaciones interactivas. Sus obras se han exhibido en Bolivia, México, Brasil e Inglaterra. Actualmente vive en los alrededores de Capinota, un pueblo en los valles secos interandinos de Bolivia, cerca de las tejedoras de la región.
Sandra De Berduccy participó en el II Festival Espacio Enjambre.