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Material inédito

Mario Ortiz experimentando la instalación Mecanismo de escritura colectiva durante el Festival Espacio Enjambre

Un fragmento del libro inédito, "Cuadernos de Lengua y Literatura (volumen X)", de Mario Ortiz, que ha sido leido por el propio autor en el III Festival Espacio Enjambre.

Los sábados a la mañana usualmente íbamos a la Cooperativa Obrera del centro para hacer las compras de la semana. Si aún hoy el supermercado es enorme, desde la perspectiva de un niño de seis o siete años, era lo inconmensurable:las góndolas que se elevaban más allá de lo visible tomaban la fisonomía de paredones que flanqueaban los senderos cruzados de un laberinto por donde personas completamente desconocidas deambulaban buscando algo; por eso todavía vuelvo a sentir en la columna el pánico helado que experimentaba cuando por un momento perdía de vista a mis padres. ¿Cómo podía orientarme en aquella acumulación de latas y botellas que a mí se me aparecía como un amontonamiento caótico donde un paquete de yerba podía emerger en medio de una esponja de baño y duraznos al natural? ¿Qué lógica gobernaba aquello que mis padres entendían perfectamente porque de hecho nunca se perdieron?

Por esa misma época, creía que los colectivos de línea recorrían la ciudad un poco al azar siguiendo el deseo del chofer y paraban en cualquier lado según lo pidiesen los pasajeros. Entonces, el simple hecho de que alguien tomara la 502 para ir al centro y comprar algunas provisiones en el supermercado se habría convertido en una expedición hacia lo incierto, una empresa que podía demandar horas dependiendo de que el colectivo pasara en algún momento cerca de la Cooperativa y de que se encontrase rápidamente la yerba entre las góndolas.

***

Por un momento, me abstraigo de todas las cosas que conozco y de sus categorías y nombres; entonces lo que aparece frente a mis ojos es otra mancha informe, pero ésta es azul e irregular parecida aun cuadrilátero que flota en medio de un espacio blanco. Tiene debajo un pequeño apéndice triangular que bien podría ser una excrecencia o falsa cuña que lo mantiene erguido, ligeramente inclinado hacia la derecha. Más aún: de estar apoyado sobre el suelo o superficie firme, todo el peso de la desproporcionada figura descansaría sobre ese extremo agudo, mínimo, en una exhibición de doloroso equilibrio como una bailarina demasiado obesa que se alza sobre la punta de un solo pie.

Pero aquí flota.

El cuadrilátero está bordeado por una gruesa línea negra que marca el límite entre el interior azul y el exterior blanco. Nada distrae la centralidad de esa presencia. Parece bastarse a sí mismo, y por eso salta del papel al fondo de la retina, y de allí a la caja de resonancia del cerebro. Me hace recordar a otra figura que ya he visto en otro momento.

Tengo una sospecha. Me levanto inmediatamente de la silla y voy a la biblioteca. En un golpe de vista recorro toda la extensión de la Argentina, y al llegar al norte confirmo: la figura azul de bordes irregulares coincide punto por punto con otra más pequeña, de un rosa pálido, en cuyo centro hay unas letras que forman la palabra CORRIENTES. En la figura azul, otras letras similares forman el nombre TARAGÜÍ.

Traigo la enciclopedia a la cocina, extiendo el mapa y lo dejo sobre la mesa, cerca del paquete. Las hermanas casi gemelas, una provincia rosada y otraazul, están muy próximas. Sin embargo, doy cuenta de que CORRIENTES no está aislada; no debe soportar el peso de sí misma sobre el pie de bailarina porque otras formas a su alrededor la contienen, se adaptan a sus límites caprichosos: el abultamiento en un costado coincide con la depresión de su figura vecina; las superficies dentadas de un lado encastran a la perfección con otras superficies dentadas pero de dibujo invertido. Incluso comparten con ella algunos nombres, RÍO URUGUAY, RÍO PARANÁ, que están justo en el límite sobre un trazo irregular que representa el agua. En otro espacio diríamos que son palabras montadas sobre caballos líquidos, palabras-camalote emergiendo de un festoneado espumoso.

Pero aquí son sólo inscripciones, marquitas que acompañan a una línea celeste y quebradiza.

Eso es todo.

El cuadrilátero azul tiene encima, más allá del espacio blanco de flotación, un título que dice “Yerba Mate / Elaborada con palo / Estacionada”. Introduzco apenas la mano formando un cuenco y al levantarla se cuela entre mis dedos una mezcla de hojas trituradas y palitos diminutos que al caer emanan una aureola de polvillo verdoso. Sólo una delgada lámina de cartulina separa a la yerba de la palabra “yerba”. Satinada y algo brillante.

Ahora, mis dedos se posan sobre la superficie rosada Corrientes e inician un desplazamiento hasta cruzar las líneas quebradizas del celeste. La palma de la mano se cuela atrás de la hoja, acaricia el reverso de la provincia, y al darla vuelta sólo encuentro más palabras.

Apoyo el mapa sobre el vidrio de la misma ventana que da al patio y veo encenderse un espacio traslúcido, papel atravesado por letras, y más allá la agitación de unas hojitas de gramilla donde antes se condensaba una aureola de vapor. Eso mismo que está más allá - alcanzo a leer -son los Esteros del Iberá, una amplia red de arroyos, riachos, pantanos, lagunas y bañados que abarca unos 20 000 km².

Hay algo más de un millón de habitantes que viven en un clima subtropical sin estación seca, con una temperatura media anual de 21 °C.

Pienso que aguardarán el futuro como todos; que amarán; que llorarán a sus muertos y les pondrán encima cruces rodeadas de flores; que habrán visto el reflejo del sol emanando del agua.

Se cosecha tabaco, arroz, té.

Hay una costanera junto al río y una pareja se abraza.

Un gaucho asesinado en el siglo XIX fue convertido en santo por otros gauchos y camioneros, y su imagen se multiplica junto a las rutas entre banderas rojas.

Superficie brillosa de los cítricos.

Los chicos salen de la escuela al mediodía.

Copos de algodón agitándose en el campo.

Hojas de yerba.

Una ciudad se llama Paso de los Libres

Hojas de hierba.

Un gobernador que pertenece a la UCR.

Mburucuyá es otra ciudad, y los chicos entran a su escuela

y están rodeados por un parque nacional de lagunas y plantas de nombres extraños

aguay-morotí, ñapindá, ibapoy,

guayaibí, ñandubay

caraguatá, viraró.

Pajonales,

totorales,

camalotales,

especies flotantes como lentejas y repollitos de agua,

cuencas deprimidas en las que se acumulan sedimentos fluvio-lacustres

flores proyectadas en cabezuelas globosas.

¿Es el verde sin límites, inapresable?

¿Cómo nombrar eso?

Cierro los ojos por un segundo.

Puedo ver y palpar lo que hay atrás de las palabras YERBA y PASTO, pero apenas me puedo representarme todo lo que hay atrás de CORRIENTES.

Mario Ortiz ejerce la docencia de literatura en los ámbitos secundario y universitario en la cátedras Literatura Contemporánea 1. Participó brevemente en la formación del colectivo artístico Poetas mateístas en 1985, junto a Marcelo Díaz, Sergio Raimondi, Fabián Alberdi y Omar Chauvié. Entre 1992 y 1995 fue libretista en el programa radial humorístico Maldición llegó el verano junto a Luis Sagasti y Miguel Martos. Colaboró con el proyecto editorial VOX.

Todos los libros de poesía tienen el título general Cuadernos de lengua y literatura de los que lleva publicados diez volúmenes. Ha editado sus libros en VOX, Gog & Magog, Sello Cooperativa Editora "El Calamar", Editorial 17 Grises, Editorial La Propia Cartonera, Eterna Cadencia, en Argentina; y en Editorial Liliputiense, en España.


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